Hay cosas que simplemente ocurren. No las esperábamos, no las elegimos, no las entendemos. Y sin embargo, ahí están.
Hay momentos en los que todo se tambalea, donde sentimos que la vida nos quita algo, pero lo cierto es que la vida nunca nos quita sino que nos coloca frente a lo que más necesitamos ver, aunque duela.
Lo que duele no es lo que pasa, sino lo que interpretamos de ello, lo que nos hiere no es la circunstancia, sino la historia que nos contamos.
Y ahí está el verdadero poder: en elegir qué hacemos con lo que nos sucede.
Porque lo que pasa, pasa, pero lo que tú haces con eso, define quién eres.
Puedes quedarte atrapado en la queja, o usar la experiencia como impulso, abrirte al aprendizaje.
Puedes seguir resistiéndote, o rendirte… y confiar.
No se trata de controlar la vida, se trata de habitarla conscientemente.
De observar lo que llega y preguntarte: ¿qué me está mostrando esto de mí?, ¿quién puedo llegar a ser gracias a esto?.
La madurez espiritual empieza el día en que dejamos de preguntarnos “¿por qué a mí?” y empezamos a preguntarnos “¿para qué?”.
Ahí es donde todo cambia, ahí es donde dejamos de sobrevivir y empezamos a vivir despiertos.
Cada acontecimiento trae consigo una oportunidad de expansión, cada dificultad encierra una semilla de poder.
Lo que sucede, simplemente es, pero tú decides si te rompe o te transforma.
Tú decides si sigues dormido o despiertas.
Tú decides si repites el patrón o eliges un nuevo camino.
La vida no es lo que te pasa.
La vida es lo que haces con lo que te pasa.
Desde Pili con Alas, te invito a mirar lo que vives no como un obstáculo, sino como un espejo. Porque todo lo que llega tiene un propósito, y cuando aprendes a ver desde el alma, descubres que nunca fue contra ti, sino para ti.
